martes, 27 de septiembre de 2016

¿PADRES FLEXIBLES O PERMISIVOS?

Es muy sonada ya la idea de que como padres adultos somos la única generación que le temió a sus padres y ahora le teme a sus hijos. Algunos la escuchan con una sonrisa “culpable” en su rostro y otros negando en absoluto la posibilidad de que así sea y en todos los casos buscamos justificar el por qué a nuestra actitud que es básicamente tachada de débil y floja, señalando la poca autoridad que tenemos con nuestros hijos y la falta de un par de chancletazos que les ayuden a ellos a aprender quién es la autoridad en la casa.
Es cierto que la mayoría de nosotros tuvimos una infancia donde nuestros padres no fueron muy democráticos con nosotros, donde como mínimo el regaño (si no era muy grave y si nos iba bien!) o el chancletazo o castigo era lo que nos enseñaba que teníamos que hacer “caso” y obedecerlos. También es cierto que muchas veces dijimos “NUNCA! Le haré esto a mis hijos” y que entonces aprendimos y nos comprometimos al menos a intentar hacer las cosas mejor, y también en algunos casos llegamos al otro extremo…  al de no decir nunca NO, a permitir aunque no estemos de acuerdo, a no poner límites y… (terrible!) a que nuestros hijos tengan más autoridad y firmeza que nosotros!!!
Aparecen entonces los padres que desde su deseo de hacer lo mejor posible, creen que deben entrar en consenso frente a todo tipo de decisiones con sus hijos, incluso si son pequeños; intentando ser democráticos, no obligar, que ellos disfruten, que tengan lindas experiencias en su infancia para que no tengan heridas emocionales y puedan ser adultos felices y plenos. Así que les preguntan si quieren ir, si quieren hacer la tarea, si quieren saludar, y se niegan a insistirles o hacerles entender y reflexionar que hay cosas mínimas que deben hacer y que son necesarias hasta para vivir en sociedad.
No mal interpretemos, pues tampoco se trata de llegar a la imposición, al autoritarismo o al “porque yo lo digo y punto!” (¿a quién le va a gustar un grito o un golpe?, ahí aprenden a temer al adulto!) . Sin embargo, tal vez es el momento de dejar el miedo a un lado. ¿Miedo a qué? Pues a repetir la historia, a que nuestros hijos sufran, a que no puedan ser felices o salir adelante. Y es necesario dejar el miedo porque el miedo no evita, sino que invita; es decir, si hay miedo, entonces podemos intentar las estrategias que sea y siempre tendremos el mismo resultado porque todo está en mi interior y mi convicción como padre o madre. El miedo es el que hace que no entremos en equilibrio y nos vayamos al extremo de la pasividad y permisividad, formando hijos sin límites en nombre del amor. Nuestros hijos son diferentes y por eso necesitan y merecen una formación diferente, donde nosotros mismos confiemos y actuemos desde el corazón y no desde el temor (ESA ES SU INVITACIÓN!), pero no será con permisividad temerosa que lo vamos a lograr sino con FIRMEZA AMOROSA!

Para mi, la firmeza amorosa, tiene que ver con ponerme en los zapatos de mi hijo, de no exigirle cosas sin sentido solo porque así tiene que ser, pero también de ocupar bien mi lugar de padre, de guía de ese ser, de acompañante, y ser consciente de que el adulto soy YO! Y por lo tanto puedo y debo ser más consciente y aterrizado en lo que es importante realmente y necesario. No puedo permitir que mi hijo coma dulces y pasteles todo el día solo porque él así es feliz! Como adulto, yo se que eso no es muy sano y por supuesto no se lo voy a permitir, sin embargo no voy a llegar a prohibirle el dulce bajo la idea de que se puede enfermar… No puedo permitir que mi hijo decida si va o no al colegio, sin embargo puedo indagar por qué él no desea ir…
Cuando me preguntan ¿Cómo hago para convencer a mi hijo de ir a…? Yo debo recordarle quién es el padre, y que como padre puedes decirle claramente qué deseas, qué esperas, y por qué (un motivo real es importantísimo!), de esta forma ellos se sienten tenidos en cuenta, no se sienten atropellados y reconocen claramente quién es el padre. Y si al final, tu sigues sintiendo en tu corazón que debe ser así como tu dices, no hay nada más que decir, exprésale de la forma más amorosa y libérate de la culpa! Porque ante todo, estás siendo un padre responsablemente respetuoso y eso, tus hijos los sabrán reconocer, tal vez no ahora mismo, pero es seguro que lo harán en algún momento y te agradecerán en amor y sin resentimiento.

Papá, mamá, lo que puede herir a tus hijos es únicamente lo que viene del miedo, porque nada que venga del deseo de amar, podrá hacerles daño, ya que busca solo su bienestar real.

Un abrazo, 

LUZ NERY CORTÉS G. 
Facilitadora/terapeuta 
Coordinadora Liceo Montessori Home&School 





jueves, 22 de septiembre de 2016

QUE SEA EL MEJOR!

En años anteriores, cuando éramos niños, nuestros padres solían tener una expectativa con respecto a nuestro futuro; era tanto, que en ocasiones prácticamente ellos tenían definido lo que sus hijos estudiarían, el lugar y la profesión que llegarían a ejercer. Esta posición rígida dio origen a una generación de hijos que se sintieron presionados, exigidos, sin mucha libertad y en su mayoría, frustrados e insatisfechos, ya que no podían tener libertad para elegir ni para desarrollar sus talentos y deseos.

Esos hijos frustrados, crecieron, se convirtieron en padres y entonces decidieron que esa historia no la repetirían sus hijos jamás! Y se dieron a la tarea de ser diferentes. Afortunadamente se generó en ellos una consciencia donde entendimos que hay que valorar y respetar, e incluso aprovechar los talentos, habilidades, expectativas que cada ser humano trae consigo y permitir que se explore, dando libertad y confianza.
Sin embargo, al observar las estadísticas y las realidades, encontramos que cada vez hay una cantidad más alta de niños “estresados”. Aterradoramente encontramos niñas con gastritis a los 8 años de edad, niños con migraña a los 9, con dificultad para dormir por preocupaciones desde los 7 u 8 años… Y entonces no entendemos! Cómo es posible si los padres ahora son tan flexibles y comprensivos? Nuestros hijos no viven la misma presión que vivíamos nosotros cuando éramos niños y aun así, evidencian una cantidad de “males” que nos hacen pensar que no están disfrutando, que no son felices y que al parecer, nos dicen que no estamos haciendo bien la tarea de ser padres…
Como educadora, facilitadora y coordinadora de una fundación para niños y niñas, tengo contacto directo todos los días con niños, niñas, adolescentes y padres de familia, y me di a la tarea de investigar, preguntar, y verificar, para encontrar una posible respuesta a esta situación.
Pregunté a muchos padres: Qué esperas de tu hijo? (qué deseas que haga, que estudie, que se dedique a qué?) La respuesta se presentaba en todos los padres que respondieron en dos partes: 1: Espero que sea feliz, que haga lo que quiera, que se dedique a lo que le gusta. PERO… 2. Que en lo que decida hacer, sea EL MEJOR.
Como prueba seguida, indagué con los niños y niñas, con adolescentes, y la pregunta fue: Haces algo (deporte, baile, música, estudio, etc) porque te gusta y lo disfrutas, o porque te lo piden tus padres?. La respuesta también fue en dos partes: 1: Lo hago por mi, me gusta y lo disfruto. PERO… Mi papá (mamá, etc.), me insiste en que debo ser el MEJOR.
Para resumirte lo que encontré, la respuesta de los chicos, muestra que hay presión alta en ser el mejor en todo, en que sea el estudiante excelente, el deportista estrella que gana medallas, el músico súper habilidoso, y en muchas ocasiones, cuando esa presión se presenta, entonces se acaba un poco la “magia” y el encanto de realizar eso, pues hay necesidad de demostrarle a alguien y de tener aprobación de alguien. Entonces, me preguntó una mamá: “Es malo pedirle que haga las cosas bien? No quiero que mi hijo sea un perezoso ni flojo en lo que hace, que se acostumbre a hacer las cosas muy bien y a esforzarse porque yo se que tiene talento.” Y la respuesta es NO, no es malo pedirle que haga algo bien, lo que no te recomiendo es que le pidas que sea EL MEJOR, cuando hay un mejor, también hay un peor, es más, no hay segundo mejor, es decir, ponemos el tema en el nivel de competencia, de ganarle a otros, de ser más bueno que todos, y allí es donde se genera estrés en ellos, porque si no soy el mejor, entonces no voy a agradarle a mi mamá, y si no le agrado a mi mamá, ella va a sentirse mal o triste o enojada.
Preguntaba también a los padres en mi encuesta: Le preguntas a tu hijo, qué tanto disfrutaste hoy? Qué tanto serviste? A quién ayudaste? Y la respuesta fue en casi todos los casos NO.

MI conclusión para no alargar el tema: Tu hijo puede ser muy bueno en algo, y que rico que disfrute hacerlo y pasarla bien haciendo eso, sin embargo te invito a que no arruines esa capacidad con la exigencia de que sea EL MEJOR, es diferente si le pides que HAGA LO MEJOR que pueda, que haga su MEJOR ESFUERZO y que de la mano con eso, DISFRUTE! SE GOCE! ese momento. Cuando le hablas de ser el mejor, estás diciéndole indirectamente, que si no es el mejor, entonces no va a estar bien o que no va a ser bueno para ti, y eso le afecta porque ellos como niños, desean en todos los casos, tener la aprobación y el orgullo de sus papás al ver sus logros, que no necesariamente deben ser por obtener el primer puesto.

Promueve con todo tu amor, que tu hijo sea la MEJOR VERSIÓN DE SI MISMO!

Con amor, 

LUZ NERY CORTÉS G. 
Educadora/facilitadora/terapeuta
Coordinadora Liceo Montessori Home&School

martes, 13 de septiembre de 2016

ESTÁ DICIENDO PALABROTAS!!!

Cuando nuestros niños van creciendo, llega un momento que todos disfrutamos mucho, a veces  no lo entendemos, pero es mágico y maravilloso. Se trata de la etapa de adquisición del lenguaje. Escucharlos hablar a media lengua, intentando hacerse entender es todo un espectáculo que cualquier adulto disfruta, se goza totalmente, en ocasiones es difícil traducir esas palabras que son como en idioma “niño-ñol” (idioma español de niño), al español tradicional que todos conocemos. Como sea, es mágico este momento!
Luego comprendemos que de la mano de este proceso hermoso, ellos empiezan a repetir como “loros mojados” (realmente no se si los loros cuando están mojados hablan mucho…) y cada cosa que escuchan la repiten. Hasta allí todo va bien y normal, PERO… aparecen casi inevitablemente esas palabras que nadie quiere escucharlos decir a ellos. La excusa que tenemos es que a ellos no se les oye bien, que eso es feo y en fin… muchas otras cosas…
Aparecen los padres escandalizados, con los ojos abiertos y presentando justificaciones a sus hijos sobre por qué no decir palabrotas, y muchos intentos parecen infructuosos… Es apenas lógico que ellos, independientes, descubriendo el lenguaje, observando reacciones, etc., decidan seguir repitiendo las palabrotas que sus padres les piden que NO digan, pues es una muestra de libertad, de autonomía y también de rebeldía natural a esa edad.
¿Qué hacer entonces???
Con todo el amor del mundo, y antes que nada, te sugiero que respires tranquilo y entiendas ESO TAMBIÉN PASARÁ! Ellos crecerán y ya el gusto por decir palabrotas se va a agotar, claro, depende de ti que ese paso sea rápido o muy leeeento. Si tu eres un adulto que usa palabrotas usualmente, es poco probable que tus hijos pasen rápido por esta etapa; al contrario, se van a quedar allí, aunque supongo que si tu usas palabrotas, no tendrás problema con que tus hijos las usen, cierto? Si no eres tu, entonces observa a las personas que se relacionan con tu hijo, y reconoce de quién puede copiar y aprender a decir estas palabras.
Por otro lado está la reacción; en este sentido, tengo que decirte que aquello de distorsionar la palabra (fruta? Quieres fruta?) no funciona. Ellos sonríen y saben que estás haciéndote el disimulado! Recuerda que son niños, no bobos! Tampoco funciona el regaño o la advertencia de que no debe usarla más, a menos de que tu hijo tema una terrible sanción o castigo, pues ellos se preguntarán ¿Y por qué no podré decirla? Intuyendo que algo malo se genera en ti cuando la pronuncia y entonces la guarda para utilizarla cuando más te duele…
Por supuesto, reírse y celebrar es otra opción no recomendada por mi… a ellos les gusta que se haga fiesta y van a hacerlo muchas veces…
Con todo el amor y desde mi experiencia, es sano, respetuoso y sabio, hablar con naturalidad… si para ti no es agradable que tu hijo diga las palabrotas, entonces:
1. No las digas tu!
2. Explica a tu hijo que esa palabra no es bonita, que ofende y lastima el corazón de las personas, y que es mejor no usarla para no lastimar a nadie, además que el corazón de las personas es bueno y no hay por qué decirles cosas feas.
3. Se insistente y persistente con mucha PACIENCIA en lo que le estás pidiendo y diciendo, amorosamente hasta que él logre tomar un poquito de consciencia y deje de hacerlo.
4. No creo que un plan de premios sea lo más apropiado, pues ellos no deben acostumbrarse a recibir un premio por  no decir algo que naturalmente no es bonito y es ofensivo…
Finalmente, la esencia de todo este asunto de las groserías, es que los niños aprendan a respetar y a observar a cada ser como es, sin ponerle otros calificativos enjuiciadores, y ese es el objetivo principal cuando se intenta avanzar por esta etapa de las palabrotas, entonces allí también caben las ofensas, los apodos, los calificativos despectivos que les suelen poner algunos niños a otros, y claro, también algunos adultos…
Recuerda que esta es mi experiencia y mi aprendizaje en mi recorrido como madre, educadora y terapeuta, si te sirve, entonces tómalo, y si no te sirve, déjalo ir!

Con amor,

LUZ NERY CORTÉS G. 
Coordinadora Liceo Montessori Home&School 
Educadora/terapeuta